Little Closet of Dreams

viernes, 2 de noviembre de 2007

Un sueño inalcanzable

Después de la decepción que sufrí después de no encontrar mis viejos cuentos donde yo creía que estaban, me puse a reflexionar un poco sobre todas las decepciones que me he llevado en mi vida, y teniendo en cuenta el título de mi blog, creo que es bastante adecuado que, mientras encuentro (o no) las primeras historias que escribí, puedo ir contándoos poco a poco todos los sueños que durante mi vida no he podido realizar.

En mi primer post ya os hablé de mi afición a la lectura y, consecuentemente, a la escritura. Sin embargo, aunque me guste mucho escribir, el ser escritora no ha sido nunca uno de mis sueños. Es cierto que, en algún momento de mi vida, llegué a pensar en estudiar periodismo para hacerme reportera de guerra, pero aquello tenía más que ver con mi sentido de la aventura que con mi afición a la escritura, y pronto descarté ese pensamiento, entre otras cosas porque mi cabeza, a la hora de estudiar, retiene mejor las cosas que requieren un proceso lógico para llegar a ciertas conclusiones, así que decidí inclinarme por los caminos de las Matemáticas.

Sin embargo, esto no quiere decir que uno de mis principales sueños no tenga que ver con mis queridos libros, ya que un sueño que ha estado siempre rondando por mi cabeza es el de ser actriz. ¿Que qué tiene eso que ver con mi afición a la lectura? Creo que la conexión no debe ser difícil de hacer, pero para aquellos que no la vean...

Desde que empecé a leer y a aficionarme a la lectura, en mi cabeza he sido Falbalá, Cleopatra, la Emperatriz Infantil, Momo, Kitiara... y una interminable lista de personajes, tanto femeninos como masculinos, y mientras leía un libro lo exteriorizaba tanto que hasta mi madre se dio cuenta de que algo había que hacer con esta imaginación mía, así que en cuanto hubo un grupo de teatro en mi colegio, me apuntó a él. Así que, cuando tenía nueve años, me subí por primera vez a un escenario y me convertí, por unas pocas horas, en alguien totalmente distinto a mí.

Aquello me encantó y cambió mi vida para siempre. Yo era, y sigo siendo, una persona bastante tímida, y me cuesta trabajo hablar, comunicarme, a no ser que esté con un círculo de amigos cercanos, pero encima del escenario todo cambiaba.

Allí no era yo la que hablaba, era otra persona que tenía mi misma cara, pero que se maquillaba y se peinaba de formas en las que yo nunca lo haría, que cantaba, bailaba y se movía de formas en las que yo era incapaz, que hablaba por los codos, cuando mi mismo abuelo se sorprendía si yo decía más de cinco palabras seguidas. En resumen, encima del escenario no era yo, era mi personaje, y aquello me daba cierta seguridad fuera del escenario que hasta entonces no había tenido.

El teatro era un sueño para mí, pero, como todos los sueños, se acaba cuando te despiertas, y, cuando entré en el instituto, desperté en una vida real que me obligó a alejarme de los escenarios para plantar los pies sobre la tierra y forjarme un futuro incierto.

Sin embargo, no puedo llamarme a mí misma soñadora empedernida si os digo que no he vuelto a soñar con ser actriz desde entonces, entre otras cosas porque si lo hiciera os estaría mintiendo como una bellaca. No, sigo soñando con ser actriz, sólo que ahora no me imagino encima de un escenario (o al menos no siempre), si no en la gran pantalla. Y por qué no voy a decirlo, cada vez que veo una entrega de premios de cine, ya sean Oscars, Globos de oro, Goyas, Conchas de plata, etc., siempre suelto unas lágrimas mientras me imagino dando el discurso de agradecimiento de turno, que, ya que estoy, sería algo así:

"Compañeros, compañeras, y público. Soy consciente de que sin vuestro apoyo incondicional esta noche yo no estaría en esta sala, por lo que mi primer agradecimiento os lo dedico a vosotros. Tampoco me quiero olvidar de los miembro de la academia (del jurado), que tan amablemente me han dado su voto, y sin los cuales no estaría ahora mismo encima de este escenario. Pero en una noche como esta no puedo olvidarme de tres personas que me han ayudado desde que era un tímida chica encima de un escenario: mis padres, las personas más importantes de mi vida, que vieron que mi tendencia a soñar despierta debía llevarse a un campo más práctico, y a Chani, mi primer profesor de teatro, que me dio mis primeros papeles y la seguridad que necesitaba encima de un escenario. Para vosotros tres no hay palabras que describan lo increíblemente agradecida que estoy, así que diré sólo una palabra, simple y sincera. Gracias"

Ya sé, ya sé. El discurso es terriblemente cursi y largo, y probablemente no llegaría a decir ni la mitad cuando ya estaría sonando la musiquita de fondo correspondiente y tendría a las azafatas y a... ¿Antonio Banderas, Harryson Ford? tirando desesperadamente de mí para conseguir que me callara, pero bueno, no podría dar un discurso de agradecimiento sin mencionar a mis padres y a Chani, que es realmente el nombre del profesor de teatro del colegio, y queda tremendamente mal que en un discurso de estos no menciones a tus compañeros de carrera y a los miembros del jurado, así que...

Pues bien, ahí tenéis otra pequeña ventana a mi interior, y ya creo que debo despedirme, no sin antes deciros a vosotros, mis lectores, que si también tenéis un sueño oculto, compartidlo, si no aquí, en mi pequeño cabinete de sueños, en cualquier otro lugar, en público o en privado, con vuestra familia o con vuestros amigos, porque contar vuestro sueño no os acercará más a él, pero sin duda os acercará más a vuestros seres queridos.

Adiós a todos, y hasta que el próximo sueño nos una.

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