Bueno, hace un par de días vi que hierbabuena me había pasado un meme en el que pedía que contara cómo me enteré de que los Reyes Magos no existen, o, en sus propias palabras, "cómo supiste que los que se bebían las copitas de anís que dejabas para los reyes eran tus padres".
Primero tengo que explicaros que en mi casa los regalos se reparten entre los de papá-Noel el día de Navidad, cuando nos traen algún detallito o (cuando éramos mas pequeños) alguno que pudiéramos disfrutar durante las navidades, y los de los Reyes Magos, cuando nos traen los regalos más grandes y más prácticos.
Con esto dicho, yo me enteré de que los Reyes no existían cuando tenía unos siete u ocho años, cuando una nochebuena me desperté en medio de la noche y pillé a mis padres colocando los regalos en el salón. Creo que mis padres intentaron convencerme de que en realidad, quien no existía era papá- Noel, que lo Reyes sí que existían, pero yo era demasiado lista para mi propio bien, y aquello no coló.
Sin embargo, aunque me enteré de la gran verdad siendo muy pequeña, para mí la mañana de reyes nunca ha llegado a perder su magia. No como los niños que todavía no saben el secreto, que esperan impacientes todo el año para ver si los Reyes les han traído lo que habían pedido, porque yo siempre he sido demasiado realista y sabía lo que mis padres me iban a comprar y lo que no, sino porque la mañana de reyes en mi casa siempre es una ocasión especial.
El primero en levantarse es mi hermano pequeño (que por cierto, ya que estamos en ello, ha sido este año cuando, con 11 añitos ya, por fin ha decidido creerse lo que los amigos llevan diciéndole un par de años), y nos va despertando a los demás poco a poco.
Cuando ya estamos todos despiertos, entramos en el salón y abrimos cada uno nuestros regalos. Los que tengáis hermanos pequeños lo sabréis, y a los que no os lo digo: es una gozada ver las caras de los niños cuando abren un regalo que esperaban con muchas ganas.
Después de abrir los regalos (y pelearse con alguno que haya que montar o con un compartimento para pilas particularmente difícil), mi madre y yo entramos en la cocina para preparar el chocolate caliente que acompañará al roscón de Reyes. Y somos dos las que entramos porque, y ahí es donde para mí reside la magia de la mañana de Reyes, en mi casa no se prepara chocolate o se compra roscón sólo para la gente de la casa, si no para todas las personas que entren durante la mañana. Este año se han preparado tres litros de chocolate normal y uno de chocolate sin azúcar (para mi madre y mi tío, que son diabéticos), y se han comprado dos roscones rellenos de nata y uno sin relleno.
Cuando terminamos de preparar el chocolate es cuando la gente empieza a llegar. Hay algunos vecinos que se sientan con nosotros a compartir el chocolate y el roscón, y hay otros que sólo entran para intercambiar los regalos. Vuelvo a repetir: es increíble ver las caras de ilusión de los hijos pequeños de nuestros vecinos cuando ven que en mi casa los Reyes también les han dejado un regalito, por muy pequeño que sea.
Y así es la mañana de Reyes en mi casa, con gente entrando y saliendo, con intercambio de regalos entre unas casas y otras, y con chocolate caliente para todos. Y, para seros sincera, yo sueño con que cuando tenga mi propia casa con mis propios hijos y mis propios vecinos, mi casa siga siendo la referencia en la mañana de Reyes.
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