Ya han pasado tres semanas desde mi primer post y, aunque os dije que iba a postear cuentos e historias que escribí cuando era pequeña, me temo que por ahora no voy a poder hacerlo. ¿Por qué?
Pues veréis, hace un par de semanas, poco después de abrir el blog, mi cama, que llevaba ya un par de meses tambaleándose, acabó dando de sí y se rompió, así que tuve que tirarle y recurrir a la vieja cama de mi hermano pequeño. Pero yo, viendo (casi) siempre lo bueno de una mala situación, pensé, "ya que tengo que cambiar la cama, haré también unos cambios en la habitación en general".
Y, con semejante idea en la cabeza, me puse a purgar mis cajones de papeles viejos, con la esperanza de que, entrelazados con los viejos apuntes tanto del instituto como de la universidad, aparecieran algunas de mis viejas historias. Pero, aunque yo ponga todo mi optimismo en un asunto, la suerte es y siempre será una vieja enemiga mía, así que, después de explorar la primera de las cajoneras, que era donde pensaba que debían estar dichas historias, en lugar de encontrar los viejos cuentos ya olvidados que escribiera allá en mi infancia, sólo encontré:
-Una sórdida historia que escribí en mi último año de instituto inducida, probablemente, por un subidón hormonal de adolescente, y que no pienso publicar aquí en su forma original.
- Una libretita en la que escribí algunas cartas (también bastante subiditas de tono, pero sin llegar a la sordidez de mi historia de instituto) que nunca llegué a enviar al que creí que sería el amor de mi vida, y que sólo pienso publicar si kialaya les da su aprobación.
Aún así, no queriéndome dejar llevar por el fiasco de la primera cajonera, me propuse que, después de sacar la ropa de invierno y distinguir entre la que necesitaba un corto lavado (es decir, la que hedía a guardado y/o humedad) y la que no, me pondría a buscar mis escritos en las otras dos cajoneras que hay en mi habitación.
Pero vuelvo a repetir, la suerte no suele estar nunca de mi parte, y teniendo en cuenta que soy alérgica al polvo, después de tres días abriendo cajones durante largo tiempo cerrados y oliendo ropa guardada durante toda una temporada, mi vieja enemiga no me iba a dejar escapar de un pequeño resfriado.
Y claro, de entre muchos de mis defectos, uno de los peores es la tendencia a la vagancia (palabra que, por cierto, no me gusta como suena, y que creo que a partir de ahora voy a sustituir por el término inglés, laziness, que suena bastante mejor a mi parecer), así que para cuando ya estuve recuperada de mi pequeña crisis alérgica me quedaban pocas ganas de seguir buscando.
Y he aquí el motivo básico de mi tardanza en postear, aunque tampoco ha ayudado mucho que dos grandes amigos míos, Ana (a la que puede que conozcáis como brujeitor) y Marco, hayan decidido casarse en una finca cerca de Toledo, trasladándonos a varios amigos (kialaya, Juan Antonio y Miguel entre ellos) y a mí hacia Madrid durante el último fin de semana.
Ahora me despido de todos vosotros hasta la próxima, no sin antes agradecer on-line a los amigos que pusieron las casa de Madrid durante el fin de semana de la boda, ya que dudo que sin la posibilidad de disponer de dicha casa yo me hubiese podido trasladar hasta Toledo para la boda. Un besazo enorme a los dos, y al resto, os prometo que intentaré escribir lo más rapido que pueda para que sigáis vagando en ésta mi tierra de sueños.
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2 comentarios:
Qué me vas a contar, me identifico totalmente con tus masas de papeles y tus crisis alérgicas mientras los ordenas. Hoy además me he dado cuenta de que hay otro gran peligro para los alérgicos, cuando a tu madre les da por limpiar los suelos de la casa con amoníaco. Menuda mañana llevo :-)
Y nada mujer, pásame los escritos esos si quieres y les echo encantada un vistazo.
No me queda claro lo que ha pasado con la cama. ¿Dos meses tambaleándose sin parar? ¿Haciendo qué? Si es así es normal que la destroces. Por mucho menos, las camas se rompen. Sin ir más lejos, la cama que yo tenía en Alemania cedió ante mi peso, pese a los logros de la dieta alemana.
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